jueves, 14 de julio de 2011

¿Yo seré algún día un baobab?

Me pregunto cada día de mí vida si mí cuerpo es igual que el de un baobab. Las razones de estos ligeros pensamientos se transmiten a mí poca imaginación a la hora de transmitir aquel sentimiento de amorío y de ser desenmascarada.
Las personas no entienden que grande es este árbol, cuyo tronco supera toda dimensión ya conocida, que al posarse una bandada de pájaros no hace ruido con sus hojas solo desea tocar música con el compás de esas delicadas ráfagas de viento. De donde brotan esos frutos suculentos que tranquilizan el alma impaciente.
Yo deseo e imploro a los dioses ser como el baobab, ya que mí corazón sera silencioso y nada presuroso a la hora de enseñar sus tesoros. Y podre deleitar con mi belleza a esa persona que sepa apreciar cada hoja que contenga mí forma de ser. Pero el amor...

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